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Garaje

Volkswagen Polo: Martini, Baby?

Oh, la vita…!

Era una tarde como otra cualquiera, de esas que tu atención se alterna entre las tareas delante del pc y las decenas de conversaciones de whatsapp activas que requieren tu inmediata atención mediante el uso de emojis y gifs variados, cuando, la que mantenía con mi gran amigo y reciente miembro del equipo, DrX.94, encabezó el primer puesto gracias a un mensaje entrante que contenía un link a una conocida página de compraventa entre particulares —súbelo, súbelo—, seguido de un texto suyo que rezaba “Me lo cambian por el Mercedes”.

Recuerdo como el miedo con el que cliqué al enlace, se convirtió en incredulidad al abrirse el mismo. Se trataba de un Volkswagen Polo Coupe, un utilitario bastante común en la década de los ochenta en nuestras calles, que gozaba de cierta popularidad por su estética y por su sencillez mecánica. Lo que diferenciaba a esta unidad de cualquier otro Polo, era la decoración que su propietario había elegido. Y es que el pequeño alemán no solo lucía en su carrocería el esquema de color de Martini Racing, sino que además mostraba orgulloso las inscripciones Martini – Porsche en ambas puertas, que se disputaban la atención con las preciosas llantas phone dial provenientes de Porsche 944.

Ni de broma

Esa fue mi respuesta tras pedir mi opinión sobre el cambio automotriz. Y el DrX.94, como gran amigo que es, no me hizo ni puñetero caso. Así que a los pocos días, se presentó en casa con su nueva adquisición. Y lo más incomprensible es que estaba feliz con el trueque.  

Decidí realizar un análisis en profundidad para intentar captar que punto se me escapaba, ya que nunca había visto dos reacciones tan diametralmente opuestas sobre un mismo objeto. Y rápido me percaté de que el coche no era solo una pintura llamativa y unas llantas bonitas. Aquel Volkswagen Polo Coupé de segunda generación poseía un trabajo elaborado en todos los niveles.

Un gran sorbo

La decoración, que rinde homenaje a una colaboración histórica en los anales del automovilismo deportivo, está realizada con gusto exquisito. Y es que, excepto el logotipo de Martini que gobierna el capó, el resto es todo trabajo de pintura. Si, las letras de Martini Porsche, el logo de Porsche, el dorsal con el número 07,… absolutamente todo. Pero lo mejor es el efecto desgastado de la pintura, conseguido al lijar algunas partes de la misma, y finalizando con barniz mate, para proteger tan curiosa obra de carrocería.


Una carrocería que ahora está más cerca del suelo gracias a una suspensión roscada TA Technix, y que tiene en las llantas de dial de teléfono de Porsche a su mejor aliado. Porque jamás pensé que unas llantas así quedarían tan bien en un coche como este, pero es que parecen fabricadas exprofeso para el Polo Coupe. La altura del conjunto y los neumáticos de perfil bajo, estirados en su punto justo, ayudan a crear ese efecto visual tan atractivo. Las luces delanteras también reciben su parte de decoración, y mientras el foco destinado para el largo alcance va cubierto con un vinilo que simula las míticas tapas de Hella, las luces cortas reciben un lacado amarillo, que transporta a nuestra mente a las noches ochenteras de LeMans, tan largas como Mulsanne sin chicanes.


El vano motor, que luce ahora limpio de accesorios, conserva el mismo bloque original con el que el vehículo salió de fábrica. Pero como el DrX.94 se afanó en recordarme, la base es perfecta para un cambio a algo más potente. Desde luego, el marcado carácter racing invita a ello, aunque por otra parte quizás no le hace falta. Y es que el bloque de 1.3 litros, con sus 55 cv, mueve de forma ágil los apenas 800 kilogramos que marca en la báscula este pequeño alemán. La respuesta del carburador a las órdenes del acelerador es rápida, y las notas que emiten el pequeño propulsor se amplifican gracias a una salida de escape recta, en los que los humos de la combustión no encuentran ninguna restricción en su salida.

Solo hay que observar en profundidad este Polo para darse cuenta de que las apariencias engañan

Si el exterior llama la atención por su vistosidad, el interior lo hace gracias a su sobriedad. Pero igual que la carrocería, no se han escatimado en horas de llave inglesa para realizar un trabajo a la altura de todo el conjunto. Los asientos delanteros y traseros, que provienen de un Jetta GT, están tapizado en un mixto de cuero negro y tela a cuadros que, además de casar con la estética de competición, resultan cómodos y ofrecen un buen agarre lateral. La consola central recibe ahora tres relojes que indican voltaje de la batería, temperatura del agua y presión del aceite. Mención aparte merece el precioso volante de madera de tres brazos con el centro embutido. Un momento… ¿madera?. No, aunque os parezca increíble, lo que vuestros ojos ven es una hidroimpresión sobre un volante de goma. Hasta que no lo toqué con mis propias manos no daba crédito. Un enorme extintor rojo –a juego con los tiradores de tela de las puertas—, colocado en el centro del suelo, son las únicas concesiones al color en el habitáculo.


Al dedicar un tiempo a la inspección del vehículo, uno se da cuenta de que el coche es como una buena copa de Martini. Beberlo de golpe puede llegar a marear, dejando un mal recuerdo. Pero degustarlo lentamente hará que apreciamos en profundidad todo el sabor en nuestro paladar, y nos arrancará una sonrisa tonta. La misma que se dibujaba en mi cara cada vez que lo veía pasar ente los viñedos del Ordal.


Y es que si en algo estoy de acuerdo con el DrX.94, es en el buen rollo que el coche transmite en la gente cuando se cruzan con el.

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