Dicen que las cosas buenas llegan cuando menos te lo esperas. Y vaya si es verdad. Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que mi buen amigo Jorge me llamó para hablarme del coche. Resulta que él, además de compartir oficio conmigo, se encargaba de gestionar el patrimonio de un antiguo socio de su padre, que disfrutaba de su merecida jubilación en Barcelona. Entre las diferentes propiedades, se encontraba un Jaguar del año 1994 al que apenas daban uso, pues la poca altura al suelo del vehículo resultaba un impedimento cada vez mayor para sus propietarios en el ejercicio de acceso y salida del mismo. Y un SUV germano de última hornada había venido a reemplazar al felino.
Jorge me envió unas cuantas fotos de discreta luminosidad y desafortunado enfoque en las cuales se intuía un XJ40 en un precioso British Racing Green, y que se suponía en perfecto estado por las últimas facturas mostradas, pero que ocupaba un preciado sitio en el garaje. Para rizar el rizo, había alguien más interesado, pero yo tenía cierta prioridad, y pese a no ver el coche en directo, me fiaba de las explicaciones de mi amigo. Y el precio de venta fue tan imbatible que me decidí a comprarlo sin más. No era la berlina que tenía en mente, pero algo me decía que ese coche iba a ser especial.
Días después, en cuanto encontramos un hueco que nos cuadrara a ambos, me pasó a buscar y me llevó hasta el garaje donde el felino dormía. Al llegar y destapar la funda que lo cubría, me encontré un precioso Jaguar con un interior en color magnolia que creaba un contraste sublime con el verde exterior. A simple vista me encantó que contaba con apenas 50.000km en su odómetro, y me desilusionó que el cambio fuera automático. Pero no todo iba a ser perfecto. Decidimos sacarlo a estirar un poco las piernas y verlo a la luz del día.
En la primera y breve toma de contacto que tuve con él, se comportó de manera impecable. El seis cilindros en línea emitía un ronroneo metálico precioso, y el coche tenía una sutil mezcla de aplomo y comodidad como pocos había llevado. No reparé en más detalles, pues de todas maneras ya lo había adquirido, y ya tendría tiempo de sobra para rodar con él.
Aun así había un detalle que llamaba de sobremanera mi atención, y eran las inserciones de Jaguar Sport en bastantes partes del vehículo, no solo en los interiores, si no en piezas específicas como el motor, cuadro de instrumentos y llantas. Además estas últimas no me resultaban muy familiares en la gama XJ40. Como no era un vasto conocedor de las berlinas británicas, decidí al llegar a casa indagar que tenía exactamente en mi garaje. Llamé a un amigo fanático de Jaguar, poseedor de decenas de libros y miles de referencias sobe la marca del felino y le expliqué lo que acababa de adquirir. Y la respuesta fue tan sorprendente que aún se me eriza el vello al recordarlo.
Resulta que había adquirido una de las 425 unidades de XJR fabricadas, la versión deportiva de la gama XJ40, o para entendernos, una suerte de M5 británico. Todas fueron modificadas por TWR —Tom Walkinshaw Racing—, un reputado equipo de competición y preparador que estaba presente en la mayoría de campeonatos, tales como el BTCC, LeMans e incluso Fórmula 1, y que ayudó a Jaguar en el desarrollo de los XJ220 Y XJR- 15. Esta berlina de altos vuelos se diferenciaba del resto de la gama por un kit de parachoques y faldones deportivos, unas llantas específicas y unos pilotos traseros ahumados. Además, la suspensión y rigidez se habían mejorado, dotando al coche de un comportamiento más deportivo. Bien, de este algo menos de medio millar de unidades, 252 corresponden a la primera fase con un bloque de seis cilindros y 3.6 litros. Y 173 de la segunda fase con el mismo bloque aumentado a 4.0 litros, y rindiendo 247cv de potencia. Si, como habéis observado en la anterior imagen, tenía un segunda fase. Pero para rematar la faena, en el año 94 solo se habían fabricado 25 unidades con unas sutiles mejoras tales como airbag de pasajero -hecho que eliminaba la guantera- y desplazamiento de la batería al maletero. Y de esas 25 unidades, solo 3 salieron de fábrica en color British Racing Green con interior magnolia y bordados verdes. 3 iguales en el año 1994. Habían pasado más de 20 años, así que algo me decía que tenía una pieza única en mis manos.

Continuará…
Suscríbete
Volkswagen Polo: Martini, Baby?
Museo Nazionale Dell’ Automobile
