Existen dos razones que te han hecho llegar a estas líneas. La primera es que, como buen Gentleman driv3r te atrae todo lo que hable de coches. La segunda es el seductor título. Seguro que al leerlo has pensado que se trata de otro coche poco común pero que cualquier aficionado medio conoce. Si es así, sentimos no estar a la altura de tus expectativas. De lo contrario, toma asiento y disfruta de la lectura.
MG B: El predecesor:
Todos hemos escuchado hablar, leído acerca de o visto alguna vez un MG B. Este simpático biplaza inglés, asiduo a la mayoría de concentraciones de clásicos, fue lanzado en el mercado en el año 1963. BMC (British Motor Corporation) se encargó de su construcción durante su primer lustro de vida, y luego pasó a manos de British Leyland hasta el fin de su primera etapa, en el año 1980.

Años después, en 1992, el grupo Rover volvió a fabricarlo durante tres años en su segunda forma, que es la que nos interesa en este artículo.
RV8: La respuesta inglesa al MX-5:
Que el Mazda MX-5 de primera generación es un auténtico icono del automovilismo desde su lanzamiento, no se le escapa a nadie. Y menos a los directivos de Rover, que vieron en el MG B una opción de fabricación económica para luchar contra el deportivo nipón. Los ingleses habían sido pioneros en la fabricación de este tipo de coches biplaza, rápidos y ligeros, conocidos como roadsters. La casualidad, además, quiso que la British Motor Heritage, que formaba parte del grupo Rover, retomara un año antes, en 1991, la producción de carrocerías y elementos mecánicos de MG B, para así abastecer la creciente demanda de piezas que las restauraciones solicitaban. Y es que, a principios de los noventa, el MG B se acercaba a su tercera década de vida, y algunos modelos requerían ciertos cuidados más profundos.

Un fracaso anunciado:
La fórmula parecía sencilla. Al chasis del MG B se le dotaba de una nueva carrocería, una especie de restyling en el que puertas, parabrisas y capó eran los únicos elementos conservados a nivel estético. El resto adoptaba un diseño más moderno pero sin perder esa elegancia británica con cierto aire retro. Bajo el capó, un V8 de 3.900 c.c. se encargaría de mover los poco más de 1100kg que declaraba en báscula.

Entonces, ¿Qué podría salir mal? Pues en resumen, todo. El chasis fue el principal culpable, ya que era el mismo que el del MG B. O en otras palabras, suspensión de ballestas y frenos traseros de tambor. Por otra parte, el enorme V8, que disponía de mucho par desde abajo debido a su cubicaje, solo producía 190cv. La tecnología del Mazda MX-5 y su manejo estaban a exactamente 30 años del modelo británico.

Las pruebas de la época dieron cuenta rápidamente de su nefasto comportamiento comparado con el Mazda. Su carácter lo convertía en un buen coche rutero, amigo de los paseos y de las vías rápidas, que se sentía incómodo cuando tocaba enlazar curvas a ritmos altos.

Para rematar el desaguisado, su precio lo situaba en la órbita de modelos más prestacionales, como los fabricados por TVR, vehículos tecnológicamente más avanzados y que ofrecían mayores sensaciones al volante.
Todo ello propicio un estrepitoso fracaso de ventas. Solo unas 300 unidades de las 1983 producidas se quedaron en suelo inglés. El resto, 1579, se vendieron, sorpresivamente, en el mercado nipón.
