Tras el último hito de uno de nuestros ídolos, son tantos los adjetivos que se me ocurren que no he tenido el valor de poner un titular con solo uno de ellos. Matador para sus rivales, Rey para la prensa, campeón, genio, grande, eterno, incombustible o encomiable son solo algunos de los que describen a un Carlos Sainz que lleva -especialmente a los de mi generación- toda una vida dándonos alegrías y lecciones de como es y se hace un gran piloto y persona. Ejemplo de superación y pasión por su deporte culminado con su tercer Dakar a los 57 años, edad en la que la mayoría de los de su especie se dedican a disfrutar de otras facetas mas tranquilas de la vida, pero que a él le mantiene joven.

Nacido el 12 de Abril de 1962, su infancia se caracteriza por su pasión hacia el deporte en general, practicando diversas disciplinas tan diferentes como el fútbol, el tenis, el esquí, atletismo, boxeo o el squash hasta que a los 12 años vio un rally por primera vez. Desde entonces su amor por las carreras perdura intacto como un matrimonio perfecto que por supuesto nunca está exento de momento duros y piedras en el camino. Pero el amor verdadero se demuestra en esos momentos difíciles de una relación y estos han marcado la trayectoria de nuestro gran campeón. Y me permito el lujo de decir nuestro si, porque siempre ha enarbolado nuestra bandera en sus victorias y desgraciadamente, como parece una constante con todos nuestros grandes deportistas, son mas admirados fuera que dentro de nuestra patria y al gran público -a modo de Gran Hermano- parecen gustarle mas sus desgracias que todo lo que nos ha aportado. Del atropello de la oveja en 1997 luchando por la victoria al barranco por el que se precipitó su coche en el Dakar de 2009, pasando por el famoso «Trata de arrancarlo» aquel fatídico 24 de noviembre de 1998 en el que perdió un mundial que tenía ganado a escasos 500 metros de la meta. A los que amamos este deporte aun se nos saltan las lágrimas al recordar el angustioso momento que sufrieron ambos reflejado en las palabras y actos de Luis Moya, lanzando el caso contra el cristal del Toyota Corolla frustrado por la impotencia de no poder hacer nada cuando ya se disponían a celebrar su tercer Mundial de Rallyes.



Pero ni en esas hemos visto descomponerse a un Carlos Sainz que lleva ya prácticamente 4 décadas detrás de un volante, ganándose siempre el respeto y admiración de compañeros y rivales que ya desde sus inicios vieron el potencial del piloto madrileño.
En 1980, con 18 años recién cumplidos se marco el objetivo de participar en su primera carrera de Rallyes a bordo de el Renault 5 Ts que le había comprado su padre, que sería el rally de Shalymar -una prueba importante de aquella época- en diciembre de ese mismo año finalizando en el puesto 23 y segundos de su categoría. Pero lo que más llamó la atención de todos fue la forma de trazar, sin comentar errores de un chico de 18 años que disputaba su primera carrera, lo que se corroboró en 1981, donde por motivos de presupuesto solo pudo correr 4 carreras de la recién estrenada Copa Nacional Seat Panda, eso sí, ganando las 4.
«Hay un chaval con un Seat Panda que nos va a retirar a todos»
Empezó entonces a compaginar y probar diversas modalidades de automovilismo, desde rallys, pasando por pista e incluso fórmulas pero fueron las carreteras de montaña y las pistas de tierra el hábitat donde empezó a crecer este animal competitivo. Dentro de su entorno, por aquellos tiempos, nuestro mayor representante era Antonio Zanini, campeón de Europa de rally en 1980 a los mandos de un Porsche, que durante la disputa del Rally de Costa Brava de 1982 dijo a la prensa «Hay un chaval que corre con un Seat Panda que nos va a retirar a todos» refiriéndose a Carlos. Y no le faltaba razón: la juventud, velocidad, capacidad de trabajo y humildad que mostraba atisbaban un futuro prometedor al piloto, un diamante en bruto del que pronto se hicieron eco diversas escuderías que no dudaron en darle las oportunidades que se ganaba a base de resultados.







Si nombrasemos todas las categorías, pruebas y equipos con los que ha competido el artículo daría para una trilogía así que nos centraremos en lo mas relevante. Tras su debut comentado en 1980, no fue hasta 1985 cuando empezó a cosechar resultados, con un subcampeonato a bordo de un Renault 5 Tour de Course que alternaba con un Maxi Turbo. Tras un nuevo subcampeonato al año siguiente logra su primer campeonato de España en 1987 a los mandos de un Ford Sierra RS Cosworth -que repetiría en 1988- a la par que hacia sus primeros pinitos en el Mundial. El terreno nacional se le empezaba a quedar pequeño…
«Verás lo que cuesta ganar el segundo mundial».
Toyota le dio la oportunidad en 1989 donde ya dio muestras de que apuntaba alto, llegando su explosión definitiva en 1990 donde logró no solo su primer campeonato del mundo sino tambien la victoria en el rally de los 1000 Lagos, lo que le convertía en el primer piloto no nórdico en ganar allí, obteniendo de manera definitiva el asombro y el respeto de la comunidad internacional. En la retina de pocos quedan las palabras de Ayrton Senna en la gala de la FIA de ese año a Carlos: «Verás lo que cuesta ganar el segundo mundial». Y tras un complicado 1991 con un subcampeonato, este llego en 1992. Desde entonces y hasta 2005 que decide dejar los Rallyes añade a su palmarés varios subcampeonatos más, con un total de cuatro así como 5 terceros puestos.














Abandona los rallys pero no la competición y centra su objetivo en la prestigiosa carrera del París Dakar como ya habían hecho antes otros renombrados pilotos. Y ya sabemos que Carlos cuando se propone algo, lo consigue. Logra su primer Dakar en 2010 a los mandos de un Volkswagen y repite victoria en 2018, esta vez con Peugeot.







Pero la gesta de este año no tiene parangón. Casi 40 años después de sentarse a competir por primera vez tras un volante, la pasión que profesa a su deporte ha podido con todas las dificultades que afrontaba en esta edición. Coche nuevo aparte – Peugeot abandona el programa de Dakar y ficha por Mini- Sainz tiene una hernia discal, la rodilla reconstruida, una dolencia crónica en el hombro y 57 cumpleaños a sus espaldas, pero sigue preparándose como cualquier veinteañero para afrontar la exigencia de esta carrera con garantías. Meticuloso como nadie, cada septiembre empieza un programa específico realmente duro de entrenamiento, pero como él mismo decía, «las canas tienen que servir de algo». Y vaya si lo han hecho.





No quiero extenderme más pues como dice el título, el artículo no trata de repasar sus hitos, sino de agracederle los mismos y todo lo que nos ha hecho disfrutar en cada una de las carreras en las que ha participado. Ejemplo en lo deportivo y lo personal, nos quedamos escasos en los adjetivos para definir la personalidad y trayectoria de uno de los mejores y mas completos pilotos de la historia, reconocido por sus rivales como un piloto duro, pero elegante, minucioso en la preparación de sus vehículos, obsesionado con el peso de los mismos -a Luis Moya incluso le obligaba a retirar los folios en blanco de sus cuaderno de notas- . Un trabajador incansable que busca la excelencia en aquello que se propone y en definitiva, una leyenda viva que no para de crecer.
Por todo ello, solo podemos decir, muchas gracias Carlos.
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