Era el domingo pasado, 2 de Febrero, una fecha señalada a fuego en el calendario, no solo de los amantes de los vehículos clásicos, también en el de todas las personas afectadas por una ley, a todas luces, injusta y discriminatoria. No entraré en el baile de cifras típico y tópico que se da en cualquier manifestación, sea de la índole que sea, donde siempre son muchos para los organizadores, y cuatro gatos para los detractores. El que quiera contar coches que empiece.
Pero quiero remarcar un hecho palpable en las instantáneas de gran calidad tomadas por nuestro amigo Diego Diafragma. Y es la variedad de los asistentes reclamando un mismo objetivo. Fue una jornada reivindicativa y lúdica que unió a personas con gustos automovilísticos diametralmente opuestos, pero que luchaban por el bien común de conservar su vehículo. Algunos por cariño, otros por falta de medios económicos, y otros simplemente porque es su coche y no quieren deshacerse de él.
La variedad de los asistentes demuestra que la injusticia no entiende clases
No cuando cualquier persona con
dos dedos de frente, y que por desgracia no son las que habitan en la mayoría
de cargos de poder, ve que la ZBE es una ley excluyente que divide a las clases
y las etiqueta según su poder adquisitivo, señalando a los más desfavorecidos y
recordando tiempos oscuros de la Europa de la primera mitad del siglo pasado.
Y es que en pleno SXXI, con el abrumador acceso a la información del que cualquier ciudadano dispone, no se puede jugar al engaño y hacer creer a la población que la contaminación de barcos y aviones no es medible porque no entra dentro de su jurisprudencia, o que un pequeño utilitario de 60cv y 850Kg de mediados de los noventa contamina más que un SUV Diésel actual de 250cv y 2000 kilógramos de peso. Pero este es el resultado de realizar leyes a la carrera, sin tener los conocimientos ni las ganas en la materia.
La mayoría de clásicos que vemos
en las imágenes no son el problema de la contaminación. Hablamos de vehículos
que recorren una media de 1000 kilómetros al año, y desde luego muy pocos lo
hacen por la ciudad condal. Por otra parte estoy seguro que los usuarios de los
coches de más de veinte años sin distintivo, y que son su medio de transporte
habitual, no los sustituyen por motivos meramente económicos. Y es que prohibir
sin ofrecer alternativas es entrar en un juego muy peligroso.
Desde Gentleman Driv3r solo podemos apoyar a los integrantes de la PARC por su lucha sacrificada y constante ante una injusticia que abarca un gran sector de la población, y que en breve será más amplio —etiqueta B, sois los siguientes, tenedlo claro—, y a todos los asistentes que, pese a las adversidades y los cada vez mayores impedimentos, siguen con fuerza defendiendo a ese amigo mudo y protagonista de sus sueños, que para unos pocos es solo un trozo de chatarra.